Jesús vino a la Tierra por razones muy importantes. Y su mensaje estaba centrado en dos aspectos fundamentales que pueden transformar el mundo:
- La Paternidad de Dios
- La Hermandad entre los Hombres
Las Escrituras señalan que Jesús tuvo una existencia prehumana en los cielos. El colaboró en crear el inmenso universo y a los seres vivos.
- La Paternidad de Dios
- La Hermandad entre los Hombres
Las Escrituras señalan que Jesús tuvo una existencia prehumana en los cielos. El colaboró en crear el inmenso universo y a los seres vivos.
“Porque por medio de él todas las
[otras] cosas fueron creadas en los cielos y sobre la tierra, las cosas
visibles y las cosas invisibles, no importa que sean tronos, o señoríos, o
gobiernos, o autoridades. Todas las [otras] cosas han sido creadas mediante él
y para él” – Colosenses 1:16.
Debido a esa singular relación que él
tiene como constructor de nuestro universo y de los seres humanos, era esencial
que él mismo viniese a restaurar la relación de los hombres con Dios. Jesús lo
hizo de dos formas:
1- Al
proclamar su mensaje que puede transformar el mundo.
2- Al
vivir una vida inspiradora para todos nosotros.
Jesús vivió la experiencia humana de
forma sublime. El conoció cada etapa humana desde la niñez a la adultez,
y experimentó cada prueba que tenemos que soportar y puede entendernos a la
perfección (Hebreos 4:15). Esta experiencia humana lo capacitó para ser el
gobernante y rey perfecto de su universo, ya que entiende el punto de
vista personal de sus criaturas y se vuelve un ejemplo inspirador para nuestra
salvación (Hebreos 5:8,9).
Cuando Jesús nació en la Tierra, la
humanidad adoraba a miles de dioses caprichosos y egoístas. El pueblo de Israel
era el único que había podido mantener el concepto de un único Dios verdadero.
Pero los fariseos y saduceos de los días Cristo habían creado la imagen de un
monarca severo y distante.
Sin embargo, Jesús magistralmente
enseñó que Dios es un Padre amoroso que se interesa personalmente en cada ser
humano, y a la vez que nos da un ejemplo a todos las personas:
”Oyeron ustedes que se dijo:
‘Tienes que amar a tu prójimo y odiar a tu enemigo’. Sin embargo, yo les digo:
Continúen amando a sus enemigos y orando por los que los persiguen; para
que demuestren ser hijos de su Padre que está en los cielos, ya que él hace
salir su sol sobre inicuos y buenos y hace llover sobre justos e injustos.
Porque si aman a los que los aman, ¿qué galardón tienen? ¿No hacen
también la misma cosa los recaudadores de impuestos? Y si saludan a sus
hermanos solamente, ¿qué cosa extraordinaria hacen? ¿No hace la misma cosa
también la gente de las naciones? Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos,
como su Padre celestial es perfecto”. – Mateo 5:43-48
Notamos como él recalca que tenemos
un Padre amoroso, y que nosotros como sus hijos debemos imitarle. Jesús también
enseñó algo inédito. Podemos orar personalmente a Dios como nuestro propio
Padre (Mateo 6:9-10).
En todas las enseñanzas de Jesús y
parábolas notamos que él nos enseña el carácter amoroso de Dios como Padre, y
como nosotros debemos amarnos unos a otros como hermanos, hijos de ese mismo
Dios:
- El
Sermón del Monte contiene el secreto de las relaciones humanas felices y como
podemos tener una relación con Dios. (Mateo capítulo 5 al 7).
- La
Parábola del Buen Samaritano nos enseña que debemos amar de forma práctica y
altruista a quiénes son de otra raza, nacionalidad y religión (Lucas 10:29,
33-37).
- La Parábola del Deudor nos enseña como perdonarnos unos a otros (Mateo 18:23-35.), etc.
- La
Parábola del Hijo Pródigo nos enseña como podemos recobrar nuestra relación con
el Padre Universal y como él nos ama (Lucas 15:11-32).
- La Ilustración de la
oveja perdida y la moneda de dracma nos ayuda a entender como cada
persona, incluso los pecadores, son buscados por el Padre Celestial a nivel
individual (Lucas 15: 1-10).
- También nos enseña que como Hijos de Dios
poseemos la capacidad de tener Fe y confianza en Dios, y lograr cosas
imposibles para los hombres, superar problemas como montañas (Marcos 11:22-25),
etc. El mensaje de Jesús es de poder y autorealización. Nuestras potencialidades son exploradas como Hijos de Dios, con el poder y herencia del Altísimo.
Las Escrituras dicen que Jesús
predicó “las buenas nuevas del reino” (Mateo 5:23). Solo cuando
consideramos todas sus enseñanzas en conjunto comprendemos en que
consistía esa predicación del Reino de Dios, el cual está realmente ligado
a la Paternidad de Dios y la hermandad entre los hombres. En un capítulo
posterior ahondaremos en esa enseñanza.
Pero hemos dicho que Jesús mismo
también vivió como ser humano las mismas enseñanzas que él nos
dejó. El es un ejemplo inspirador que nos demuestra que es posible hacer la
voluntad de Dios y practicar de forma viviente la Paternidad de Dios, hacer
brillar nuestra condición de poder y Fe como Hijos de Dios, y demostrar que
todos los hombres son nuestros hermanos, transformando el mundo mediante
practicar el amor.
Jesús oraba a su Padre y tenía una
estrecha relación con él (Lucas 6:12), demostraba una Fe poderosa para superar
las adversidades o situaciones imposibles (Juan 11:41,42). Y era alguien que
amaba a todos los seres humanos, sin importar su condición o como eran juzgados
por la sociedad de sus días (Lucas 19:1-10; Mateo 21:31-32; Mateo 8:5-13; Lucas
7:36).
Notamos como Jesús vivía sus
enseñanzas. Cristo se ha convertido en la figura más influyente de la Historia
de la humanidad, pero aún hoy día muchas personas no practican lo que él
enseñó, a pesar de llamarse "cristianos". Con respecto al poder
de la vida y las enseñanzas de Jesús y la forma como puede influir en la
humanidad, el famoso líder Mahatma Gandhi dijo a Lord Irwin:
“Cuando el país suyo y el país
mío obren a una en conformidad con las enseñanzas que Cristo estableció en este
Sermón del Monte, habremos resuelto no solo los problemas de nuestros
países, sino los del mundo entero.”
Ese es el poder de las enseñanzas de
Jesús de Nazaret. Cristo mismo dijo sobre quiénes desean practicar y dar a
conocer sus enseñanzas:
“Muy verdaderamente les digo: El que
ejerce fe en mí, ese también hará las obras que yo hago; y hará obras mayores
que estas” – Juan 14:12
La Biblia indica que Jesús dio su
vida por la humanidad (Romanos 3:25,26; 5:10,11). Pero su trágica muerte en la
cual derramó su sangre, en realidad representa la entrega de toda su
vida, de todo lo que hemos comentado antes. Ejercemos fe en él
realmente como la "Masa Rocosa" cuando vivimos sus enseñanzas:
”Por lo tanto, a todo el que oye
estos dichos míos y los hace se le asemejará a un varón discreto, que edificó
su casa sobre la masa rocosa. Y descendió la lluvia y vinieron las
inundaciones y soplaron los vientos y dieron con ímpetu contra aquella casa,
pero no se hundió, porque había sido fundada sobre la masa rocosa.
Además, a todo el que oye estos dichos míos y no los hace se le asemejará
a un varón necio, que edificó su casa sobre la arena. Y descendió la
lluvia y vinieron las inundaciones y soplaron los vientos y dieron contra
aquella casa, y se hundió, y fue grande su desplome”. – Mateo 7:24-27
Actualmente la gente recuerda a Jesús
solo como un bebé en un pesebre o un hombre muerto en la cruz. Otros hablan de
él como un rey celestial, y otros como un Dios al cual
debe adorársele centrándose en su figura. Aunque esas pueden
ser imágenes de las distintas facetas de Cristo, para el Padre Celestial y
para su Hijo, centrarse exclusivamente en esas facetas no es
indicativo de hacer la voluntad de Dios (Mateo 7:21-23). Lo que
Jesús quería realmente era que practicáramos sus enseñanzas, que
viviéramos su mensaje. De ésta forma hacemos de su vida un ejemplo
inspirador, y realmente estamos honrando al Hijo de Dios.
Vivir sus enseñanzas y transmitirlas
contiene el secreto de una civilización verdadera, y la clave para resolver
todos los problemas del mundo.